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Moderna teoría de sistemas

Moderna teoría de sistemas

Dos han sido las críticas formuladas a la escuela clásica de la Teoría General de Sistemas, aplicada a las ciencias sociales: lleva al totalitarismo al sujetar al ser humano a los fines de un todo social y limita la evolución social al fomentar el statu quo. Veamos el origen de estas críticas y cómo se han logrado resolver.

Escuela clásica. Para la escuela clásica, los sistemas son abiertos y su apertura se realiza mediante inputs y outputs. Los conceptos de morfostasis, redundancia y previsibilidad son centrales. La relación es simple, de tipo lineal, causal, teleológica o finalista. Por ello, se dice, defiende el statu quo pues hay abundante repetición y previsión. El criterio de diferenciación gira en torno al todo y las partes. De ahí que se le atribuya el totalitarismo pues tiende a considerar al ser humano como una parte de ese todo social. La concepción del sistema depende del observador.

Escuela moderna. Alrededor de la década de 1980, a propósito de la observación del fenómeno de la autoorganización, surge la escuela moderna. Para esta, la sociedad se ha ido estructurando en sistemas con diversos niveles de evolución –ciencia, política, derecho, economía, religión, moral, familia, educación, arte, salud, entre otros–. Admite que los sistemas sociales son abiertos, pero simultáneamente cerrados. Abiertos en cuanto a su estructura y cerrados en cuanto a su organización. La apertura se realiza mediante un ajuste estructural. Los conceptos de morfogénesis, variedad e imprevisibilidad son centrales, sin abandonar los de la escuela clásica. La relación es compleja, de tipo no lineal, contingente y casual. La diferenciación gira alrededor del sistema y el entorno. Al ser humano, lo ubica en el entorno y no en el sistema social o sociedad. La concepción del sistema no depende del observador. Un sistema es sistema solo si, por medio de sus propias operaciones, se vuelve sistema a sí mismo.

Para la escuela moderna, la sociedad y sus subsistemas no se componen de sujetos, sino de comunicaciones, lo cual no significa que la sociedad pueda existir sin individuos, sino más bien que la sociedad no puede existir sin aquellos. Lo que sucede es que el ser humano no forma parte de la autorreferencialidad del sistema social, sino de su entorno, lo cual no lo hace menos importante, sino todo lo contrario. Se postula el principio de inclusión universal, el cual garantiza al ser humano acceso a todos los sistemas sociales. Cada sistema abarca, bajo su perspectiva, a todos los individuos, pero no en su integridad sino solo en la dimensión de la existencia que importa para cada sistema, según su especialidad funcional –en la economía: consumidor, empresario; en la política: elector, elegido, opositor; en el derecho: juez, partes–.

De esta forma, la escuela moderna supera las críticas efectuadas a la escuela clásica, dado que, por un lado, concibe al ser humano como entorno social y, siendo este último más complejo y con menos orden que el sistema social, no lo limita ni lo reduce, sino, por el contrario, le proporciona más libertad. Por otro lado, esta escuela admite la evolución social al observar la presencia de la contingencia y la casualidad y, con ello, la apertura de los sistemas sociales al cambio.

Utilidad de la teoría. La moderna teoría de sistemas, de esta forma, observa que el ser humano participa en los sistemas sociales como un fin en sí y no como un medio, con lo cual recupera y potencia su libertad. Esta teoría no reclama el monopolio de la verdad pues admite que no incluye el reflejo total de la realidad ni agota todas las posibilidades del conocimiento del objeto. Lo que ciertamente reclama es una visión “macro” en la aprehensión del objeto. Su utilidad radica en ser una herramienta que permite observar, de forma global, a los sistemas sociales y sus diversas relaciones, y con ello contribuir al conocimiento de sus límites y capacidades.

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